Desde el punto de vista bíblico, la libertad se entiende en dos planos diferentes, que están estrechamente relacionados, pero que es imprescindible saber diferenciar. Los podemos denominar de varias maneras: uno sería la libertad formal, externa o relacional y otro la libertad plena, interna o espiritual.
Muchas gracias por esta exposición de la libertad de que gozamos como humanos y como cristianos, y por las aplicaciones que hace con ella. Solo tengo una observación. No estoy seguro de que la libertad espiritaul sea plena. Pienso que es más amplia, abre las puertas para actuar de otra forma, poniendo en evidencia los frutos del Espíritu. Pero los cristianos todavía vivimos en cuerpos de carne. Aún cuando vivimos en Cristo todavía vivimos en la carne. Existimos en ambas creaciones como criaturas. Pienso que sólo Dios, el Creador, tiene libertad plena.
Muchas gracias por tu comentario, Oriental34. Estoy de acuerdo: la auténtica libertad plena sólo la tiene Dios. En un segundo nivel (el que corresponde a nuestra condición de criaturas), la tendremos nosotros cuando se termine el mal. En mi artículo me refiero a un “grado de plenitud” de un “tercer nivel”, el máximo de libertad que como seres limitados por el pecado y por el mundo caído podemos alcanzar aquí; es plena porque, hoy por hoy y en este mundo, no puede haber mayor libertad que la que hay en Cristo. Se trata de la clásica tensión escatológica que algunos han explicado con la paradoja (que entiendo es plenamente bíblica) del “ya pero todavía no”. Ya somos salvos, pero todavía no gozamos de la plena redención; ya somos libres en Cristo, pero sólo lo seremos en su total plenintud cuando él venga.
Modestamente, coincido con esta profunda exposición de la libertad en sus dos planos, que tan importante es no confundir. Muchas gracias, en particular, por las aplicaciones (sobre todo por esas esclarecedoras alusiones a la ‘Dignitatis humanae’).
Tengo que insistir en la gran calidad de este blog.
¡Gracias, Jonás!